Ahora que ya estamos en forma y comenzamos la pretemporada con fuerza, luchando contra viento y lluvia, es cuándo vamos más rápido, cuando tras una larga subida nos toca disfrutar de esos saltos y curvas bajando, pero… ¡STOP!
¡Tenemos que frenar! Y bajando y saltando, esa sensación de no tocar el suelo que hace que a los primerizos se les corte la respiración, por no saber si al volver sus ruedas a tocar el suelo sabrán seguir trazando la pista y dónde los veteranos, amantes de la adrenalina, no pueden dejar de seguir hacia delante.
Muchos hemos oído como novatos eso de nunca frenar con el freno delantero porque sino saldrás volando por arriba y esta afirmación tiene un 50% de verdad. Si frenamos muy fuerte y la velocidad es elevada, a no ser que nuestro peso corporal sea mayor que la fuerza del frenado, vamos a salir volando.
Esta es una técnica que todos debemos probar, saber cuál es esa velocidad a la que si frenamos fuertemente la rueda trasera comienza a elevarse. Estas técnicas de prueba error nos sirven para aprender a no tener miedo de frenar con el freno delantero, además de conocer mejor nuestra bicicleta.
Si los frenos son un elemento de seguridad, no tiene sentido no usar el delantero por miedo a salir volando, pues algo similar ocurre con el freno trasero, ya que si realizamos demasiada fuerza, esta derrapa y rompiendo mitos, una rueda que derrapa en terreno de grava, no frena, sino que desliza. Lo cierto es que el freno delantero disminuye la inercia de la bicicleta y el trasero sirve más para disminuir la velocidad y tener un mayor control de la frenada, así que… ¡toca usar los dos!
De este modo, el truco para detener nuestra bicicleta es dosificar la frenada usando ambos frenos, sin llegar a bloquear ninguno de los dos. Llegados a este punto cada maestrillo tiene su librillo, hay quienes prefieren usar un 50% de potencia de frenado dividida entre ambos frenos y quien prefiere como el que ahora os escribe, un 70% 30% todo depende de las preferencias y también de ese tacto que cada uno tenemos.
La frenada nunca debe ser un todo o nada, debemos conocer hasta cuánto podemos accionar la maneta sin que la rueda trasera derrape y hasta cuánto la delantera no bloquee. No es una tarea sencilla aunque lo parezca, pues en la potencia de frenado influyen factores como el tipo de suelo, el cansancio acumulado e incluso el tiempo o la ropa que llevemos puesta, no es lo mismo frenar con guantes de verano que de invierno.
Una vez tengamos claros estos porcentajes de frenada y seamos ya los dueños y señores de nuestros frenos, siempre podemos añadir un par de técnicas más que nos ayuden en la frenada.
La primera de ellas es colocar los pedales en horizontal al suelo y retrasar la posición, dejando así nuestro punto de inercia más hacia detrás, esto logra que podamos frenar un poco más con la rueda delantera sin que salgamos por arriba. Esto era algo muy temido en las bicicletas de 26” y que ahora con las de 29” es más llevadero gracias a su mayor diámetro de rueda, dónde se necesita una mayor inercia para salir por arriba.
La otra técnica es un poco más complicada y consiste en a la vez que frenamos y seguimos pedaleando, cambiamos a una marcha mayor, para de esta manera reducir la inercia de la rueda, es algo que se usa en vehículos a motor, pero que también se puede hacer en bicicleta, aunque sea una técnica desconocida para muchos ciclistas.
Pero…. ¿Y tú como frenas?